Anteayer leí con interés las declaraciones que Juan Mari Uzkudun ha realizado recientemente a Carlos Exteberri, publicadas en esta entrevista. He aquí un fragmento que me gustaría destacar:
«El modelo de las relaciones laborales probablemente se tendrá que modificar, pero antes se debe llevar a cabo un cambio de los modelos estructurales».
Uno de los ejes del discurso de Juan Mari Uzkudun es la necesidad de que todos los miembros de una organización sean partícipes de la toma de decisiones y, asimismo, de la asunción del riesgo. Por ejemplo:
«Pedir la participación y el esfuerzo de todo el mundo y que unos pocos se reserven el exclusivo poder es un modelo que está abocado al fracaso y a su desaparición».
Y probablemente esté en lo cierto. Las organizaciones, como «seres vivos» que son, deben estar en sintonía con su entorno socio-cultural si pretenden sobrevivir. Al igual que ocurre con cualquier otro ser gregario, su perdurabilidad dependerá en gran parte de su inteligencia social (para profundizar sobre esta materia recomiendo el libro del genial Daniel Goleman titulado precisamente «Inteligencia Social», editado en nuestro país por Kairós en 2006).
Doy por hecho que esta aproximación a la realidad organizativa no cogerá a nadie por sorpresa. En nuestro ordenamiento existen figuras que obedecen a esta visión y supongo que la más evidente es la sociedad cooperativa. No se trata de un modelo demasiado extendido, pero hay casos de éxito reconocido como Coren o la Corporación Mondragón. Si alguien quiere saber más sobre esto le recomiendo uno de mis libros de cabecera, «¿Sinfonía o Jazz?» (acerca de Koldo Saratxaga y el modelo Irizar).
Organizaciones y cultura. Ramón Ollé abordaba también este asunto en la recomendable entrada de Brandjazz titulada «Cultura para un día cultural» y yo mismo he dedicado atención a la materia anteriormente mediante el concepto de «objeto social», al que volveré más adelante tomando como referencia a Hugh MacLeod.
Aquellos que asuman la responsabilidad de definir estrategias tendrán que ir más allá del coolhunting para llegar a la «slow culture», porque las organizaciones que son conscientes de la importancia de transformar la sociedad en la que viven y tienen capacidad de hacerlo son las que logran perpetuarse en el tiempo. Recordemos, empresa como estructura social dentro de otras estructuras sociales. Bioeconomía en estado puro, vamos.