Todos nos hemos visto abocados a negarnos a algo en innumerables situaciones. A negarnos porque va en contra de los intereses profesionales que debemos defender, a negarnos porque excede nuestras competencias, a negarnos porque, sencillamente, no es de recibo. En mi caso, hoy mismo, sin ir más lejos.
La clave, creo yo, es encontrar la mejor forma de hacerlo para que, lejos de convertirse en el desencadenante de consecuencias indeseadas, se convierta en un «no» constructivo. Constructivo porque todos debemos saber «estar en nuestro sitio» y, cuando no es así, es positivo que nos lo hagan saber. Positivo para todos, de hecho.
En cualquier caso, esto es siempre todo un desafío y sólo conozco un método para tratar de lograrlo: ser asertivo y enfocar el tema de la mejor forma posible. ¿Cómo? Incidiendo en las consecuencias que podría tener el evitar el «no» en cuestión. Convenciendo.
Unos cuantos ejemplos al uso:
- Es cierto que podría asumir esta tarea, pero también es cierto que eso implicaría reducir la atención que dedico a mis responsabilidades directas. Y estarás de acuerdo conmigo en que éstas deben ser prioritarias.
- Sí, podría hacerlo yo, pero ¿no tendría más sentido que lo lleve a cabo un profesional especializado en la materia? Sin duda sería más eficaz y más eficiente.
- Estoy dispuesto a desarrollar esto, pero debo resolver antes esta otra situación… en caso de que se trate de algo urgente sería mejor que otra persona lo solucione, para evitar demoras.
- Sería posible no realizar esta labor, pero eso implicaría afrontar una situación complicada… entiendo que será mejor resolverlo ahora que estamos a tiempo.
No se trata de renunciar a responsabilidades, sino de todo lo contrario: de que todo el mundo asuma las que debe asumir.