Atención a la siguiente pregunta, extraída de esta entrada del excelente blog de Pablo Rodríguez, EconomíaSencilla.com:
Supongamos que eres jefe. ¿Qué preferirías tener, a un subordinado brillante pero que en ocasiones va por libre y es algo conflictivo, u otro que no es tan brillante, pero que hace su trabajo sin problemas?
A priori, dar una respuesta no me parece demasiado complicado. Las empresas son parte de la estructura social de una especie de primates: la humana. Como animales gregarios que somos, necesitamos del éxito del colectivo para garantizar nuestra supervivencia y, por consiguiente, todo «elemento perturbador» que ponga esto en peligro es algo a evitar. La falta de adaptación a la estructura existente se convierte en una amenaza para el futuro del colectivo.
Expresado en términos biológicos puede sonar un tanto extraño, pero, al margen de los ejemplos que cada uno pueda rescatar de su propia experiencia personal, se me ocurre el caso de los jugadores «estrella» en los equipos deportivos. Si, a pesar de su «genialidad», se convierten en fuente de conflictos y agravios comparativos… son el equivalente a un «cáncer».
Y es que la cultura corporativa importa, y se manifiesta en forma de estructuras jeráquicas, procesos, usos sociales implícitos, etc.