Si en estos momentos hay dos palabras de moda en el ámbito empresarial español creo que son innovación e internacionalización. No son temas precisamente inéditos en esta bitácora, ya que ambos me tocan de cerca. Y, de hecho, creo que cada vez van a tocar de cerca a más profesionales.
Pero, ¿a qué nos referimos cuando hablamos de innovación? Porque tengo la impresión de que muchas imaginaciones se vuelcan en proyectar microchips y espirales de ADN por doquier. y, sin embargo, no es necesario recurrir a alardes de la técnica para innovar. De hecho José Manuel Alarcón pone un excelente ejemplo en esta entrada titulada «Innovación con sentido social: lo que no vale aquí puede que valga allí». Si me permitís os dejo, de momento, con esta presentación de José Cabrera. Creo que enfoca el tema con claridad meridiana:
Decía antes que la innovación es una actividad que siento cercana y no era una afirmación gratuita. Como ya habréis comprobado en la presentación de José Cabrera, una de las dimensiones de la innovación es la innovación en la gestión que, tal y como define la London Business School, «es la capacidad de las empresas para efectuar cambios fundamentales en su modelo de gestión, estructura organizativa o procesos internos de trabajo». Y eso es algo que he llevado a cabo en todas las ocasiones que he tenido oportunidad, por ejemplo proponiendo y colaborando en la implementación de nuevas funcionalidades en CRMs en mi trabajo anterior o difundiendo las bondades de la nube en mi trabajo actual. Pero, ¿por qué ocurre esto? ¿aburrimiento, inquietud, necesidad de protagonismo? Creo sinceramente que esto surge del hábito de cuestionarlo todo. De tomar como punto de partida que todo es mejorable, que está en nuestras manos encontrar formas distintas y más eficientes de hacer las cosas. De asumir que ése es un deber de todo profesional. De todo buen profesional, se entiende.
¿Y vosotros, qué tal lleváis eso de la innovación?