Llevo dos meses y medio buscando empleo y, a pesar de que la coyuntura económica es más que complicada, a estas alturas he tenido la oportunidad de participar en unos cuantos procesos de selección.
He de recocer que inicialmente la idea de volver a preparar este tipo de procesos me daba bastante pereza, entre otros motivos porque algunos seleccionadores tiran de recursos que, por predecibles y repetitivos, están más que manidos ya (recomiendo esta hilarante entrada titulada «100 preguntas para comer 3 veces al día (I)» para abordar el asunto con una siempre saludable pizca de humor). Dicho esto, he de decir también que de momento estoy gratamente sorprendido. Es cierto que mi perfil es el de un profesional senior altamente cualificado, pero hasta la fecha no me he encontrado con situaciones anodinas o sencillamente fuera de lugar.
El recurso que he utilizado para superar la pereza es plantearme cada proceso de selección como lo que en realidad es, un ejercicio de estilo. Concretamente un ejercicio de venta: mis servicios profesionales a cambio de una serie de contraprestaciones. Lo habitual en mí es una preparación concienzuda, analizando el atractivo de mi perfil en función de lo que puedo aportar a la organización en cuestión y recabando información sobre empresa, sector, entrevistador, etc.
No en vano cuando me preguntan cuál es el logro del que me siento más orgulloso respondo que, al margen de resultados concretos como puede ser el alcanzar objetivos de ventas u otros, es el hecho de que en todas las empresas por las que he pasado me hayan considerado un profesional solvente y hayan hecho lo posible por retenerme.
En fin, al igual que ante cualquier otro reto profesional abordo con total seriedad los procesos de selección y, como es lógico, espero lo mismo de los seleccionadores. En ese sentido estoy seguro de que esta bitácora puede ser de ayuda, sobre todo secciones como la dedicada a mi CV o a mi proyección profesional.